[Esta reseña fue escrita a fines del año 2008, pocos meses después de que viera la luz la novela]
Forastero, de Jorge Accame,
fue ganadora del Premio Novela 2008 del diario La Nación y editorial
Sudamericana.
Leer Forastero implica trasladarse al
misterioso mundo de las ciudades “del interior”, a aquellos sitios desérticos y
olvidados en los que pareciera que todo
puede ocurrir. Es inevitable imaginarse a un pueblo de los márgenes jujeños,
con sus coloridos carnavales y su sol hostigador, mientras se disfruta de la prosa de
Accame.
La trama es
fundamentalmente policíaca, con algunas variantes. La historia transcurre en un
atractivo escenario, una localidad del norte del país, un pueblo pequeño y
anquilosado en sus costumbres, en el que pueden oírse con frecuencia los
apacibles sonidos del viento y la naturaleza. Un foráneo, Evaristo Soler, llega
al lugar con aparentes intenciones de indagar acerca del crimen de una
jovencita estudiante de profesorado, cuyo cadáver apareció extrañamente marcado
con una supuesta letra griega. Además de bucear en los testimonios que
permitirán reconstruir la historia de la chica asesinada, Soler recopila relatos
cotidianos que se insertan en el argumento central a la manera de intertextos.
El protagonista deberá recoger indicios sobre el crimen, pero también deberá
investigar al mismo pueblo y a aquella comunidad hermética que parece
postularse como un “otro mundo” regido por propias y perversas reglas. Son muy
pocos los pobladores que desean la resolución del caso. Aquella comunidad ha
estado sumergida desde siempre en la violencia y en la muerte, pero también son
el silencio, la conformidad y la costumbre los que han dominado la vida de sus
habitantes. Un personaje endemoniado, Ismael Palma, prototipo del terrateniente
dictador y asesino, subyugador de todo el pueblo, es la pieza fundamental para
completar un cuadro social caracterizado
por el poder de unos cuantos y el malestar de muchos.
La
estructura de la novela es de una originalidad sorprendente. El autor mantiene
el tiempo presente a lo largo de toda la narración, de manera que los hechos
coetáneos y los acontecimientos pretéritos se conjugan en un mismo presente
estático, que colabora con el efecto cíclico y claustrofóbico que logra la
novela. Las narraciones accesorias completan el clima de violencia que
construye el texto en su conjunto.
Contrariamente
a la personalidad fuerte y controvertida de los protagonistas principales del
policial clásico, Soler recuerda
inevitablemente a aquel “extranjero” de Albert Camus, que deambula por la vida
sin saber exactamente para qué está. Busca calmar sus apetencias sexuales
dándole cabida a sus instintos más animales y siente atracción desmedida por
las mujeres con rasgos indígenas, cuestión que lo acerca a la fusión que se produce
entre personaje forastero y urbano, primitivismo y barbarie. Confiesa, en un
momento de la novela, haber llegado al pueblo no tanto para resolver el caso de
la chica asesinada sino porque no tiene ocupación fija, acaba de sufrir la
muerte trágica de su mujer y su hijo, y cree que la única forma de pasar el
tiempo es recopilando narraciones. En este sentido, el relato del crimen será
para él una historia más de las que definen la vida de aquel pueblo, una
historia que por más que se resuelva, pronto será avasallada por el olvido y el silenciamiento,
como todo lo que aquel sitio termina por devorar.
Forastero es una clara denuncia a los sistemas primitivos y
perversos que suelen caracterizar a las
pequeñas ciudades del interior del país, tantas veces hostigadas por el
despotismo de cuestionables líderes. Pero, además, es una reflexión sobre la
escritura literaria y sus particularidades. En un momento del relato un
personaje increpa: “¿Puedo preguntarle una cosa? ¿Para qué escribe una
persona?”, a lo que el protagonista responde “Juntar las cosas. Juntar las
cosas que están dispersas. Creo que el universo quiere unirse otra vez.” Este
intercambio remite al epígrafe que inicia la novela, en la que se citan las acepciones
del verbo griego legein, que puede significar “decir” pero también “reunir o
juntar”.
La novela
de Accame tiene la particularidad de las grandes obras: deleita y aporta nuevos
interrogantes. Entre las preguntas que sin duda quedarán girando en la mente
del lector estarán, entre otras, ¿cuántas historias del mundo y de nuestra
comunidad próxima no conocemos y deberíamos conocer?, ¿cuántas conocemos a
medias? y ¿cuántas y cuáles se nos ocultan y disfrazan con el fin de mantener
la lógica del mundo y su tantas veces
aparente orden social?
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