Reseña de Paputsakis, Violeta. Aletheia. Historias a trasluz. Salta: Taller literario del 11, 2015, 100 pp.
“Aletheia”
es una palabra griega
que sirve para designar aquello que estuvo oculto y que de repente se
desenmascara para dar lugar a la verdad. Esa es la propuesta de este primer
libro de la autora salteña Violeta Paputsakis: hablar de lo que el
bullicio de la cotidianeidad silencia;
desnudar costumbres, gestos, representaciones. El subtítulo, “Historias a
trasluz”, reafirma la necesidad de la mirada de soslayo -y al mismo tiempo
profunda-, que debe asumir el lector para abarcar las agudas temáticas que
plantean los textos.
Un breve párrafo
introductorio nos remite a la ceguera frecuente que nos circunda: “Vivimos
entre brumas, recorriendo a tientas un mundo idealizado, donde la
característica es disfrazar las emociones y los dolores”. La narración acude en
nuestra ayuda y nos guía, como un hábil Tiresias, por esos caminos en los que
la literatura presenta batalla, evidenciando y develando.
Los cuentos de Paputsakis
podrían encuadrase en el género microrrelato, por su brevedad y concisión.
Ficciones mínimas en las que se advierte un tono poético que cobra énfasis en las escenas donde los personajes bucean en sus propias interioridades,
desplegándose por medio de un “yo” que recorre los relatos con forma de grito y, a la vez, susurro confesional. De pronto nos reconocemos a nosotros mismos en ese yo,
confesando lo prohibido, los tabúes y los secretos, por medio de una catarsis indispensable.
Las mujeres tienen
particular importancia en estos cuentos. Son ellas las que acarrean, en sus
conciencias y en sus cuerpos, los mandatos patriarcales que dominan la sociedad
desde tiempos inmemoriales. En “Sumisión”, por ejemplo, una familia no puede
desligarse de la figura avasallante del padre, incluso cuando él ya está muerto. Las
personalidades masculinas poseen, doblegan y son capaces de extender sus
poderes más allá de las generaciones. El padre de “Sumisión” se ensaña con las
mujeres de la casa y tiene, en cambio, consideraciones con el hijo varón:
“hasta conversaban en la mesa y lo trataba como si en algún momento pudiese
llegar a ser un igual”. En efecto, el machismo intrafamiliar se transmite como
una herencia maldita, como puede verse también en “Re-sentir”.
“Propiedad privada”
relata la apropiación de un cuerpo de mujer por parte de un hombre manipulador
y violento. Su hostigamiento comienza por medio del teléfono móvil, y continúa en presencia y bajo el techo
familiar. La vejación es contada en primera persona por la voz de una adolescente
en “Juego de niñas”.
Versiones diferentes de
la maternidad es la que ofrecen cuentos como “Profanación”, donde se narra el parto de una
mujer en clave de dolor y de profanación
de un territorio. Muy lejos de la supuesta experiencia maravillosa de dar a luz
mediante el llamado parto natural, la protagonista se siente “un trozo de carne
preparado por un cocinero aburrido de su labor diaria”. Mientras tanto, “Desaliento”
cuestiona el imaginario de la maternidad ideal mostrándonos a una madre devastada
por la convivencia con un hijo pequeño que la obliga a abandonar sus propios
proyectos profesionales.
La temática del aborto es
puesta en cuestión en “La purga”, a partir de una chica en plenitud luego de
deshacerse de ese feto que le estorba en el cuerpo y a quien se refiere como
aquello “extirpado al fin”. A pesar de
su alivio, la joven toma conciencia de la condena social y dice “Ahora soy la
maldecida por el mundo. Pero qué poco importa el exterior cuando finalmente
siento el aire llenando mis pulmones, después de meses cargados de
tormentos”.
Así, las mujeres de los cuentos de Paputsakis
tiran abajo los principios del amor romántico, la idea de matrimonio ideal y de
sexo siempre consentido. El sujeto femenino se revela desgarrado y prisionero de los
mandatos.
El libro en su conjunto
vuelve una y otra vez sobre la importancia de la develación de lo disfrazado y
de lo no dicho. El ocultamiento tiene algo de mal de época. La felicidad
fingida y el espectáculo nos atraviesan como sociedad e impregnan los cuerpos,
y en esto las redes sociales son grandes colaboradoras. La crítica a la
falsedad promovida por los recursos de internet se puede observar en el cuento
“Simuladores”, que trata de un chico que conquista a una chica con sus
maravillosas publicaciones en Facebook. Los
relatos presentan a las tecnologías y a las redes sociales como herramientas conspirativas
con la manipulación y el engaño.
Además de lo que vemos y ocultamos, está aquello que no queremos ver y empujamos al olvido. Así lo plantea el cuento “Despojos”, en donde la presencia de una mujer anciana se afantasma y configura la metáfora de lo que la memoria elige suprimir.
Los cuentos de Violeta Paputsakis critican la invisibilización de los problemas individuales y sociales con el fin de mantener un orden que puede pensarse como parte de estrategias políticas asociadas con la idea de ciudad feliz. Podríamos decir que son como el cuchillo que aconseja llevar el Viejo Vizcacha. El cuchillo que sale cortando, pero que abre la herida justa y necesaria para dimensionar el dolor, tomar conciencia de nuestra existencia terrenal y, finalmente, pensar en la urgencia de sanar.
Los cuentos de Violeta Paputsakis critican la invisibilización de los problemas individuales y sociales con el fin de mantener un orden que puede pensarse como parte de estrategias políticas asociadas con la idea de ciudad feliz. Podríamos decir que son como el cuchillo que aconseja llevar el Viejo Vizcacha. El cuchillo que sale cortando, pero que abre la herida justa y necesaria para dimensionar el dolor, tomar conciencia de nuestra existencia terrenal y, finalmente, pensar en la urgencia de sanar.