lunes, 11 de marzo de 2019

Pausas y silencios de los días provincianos. Sobre el libro de cuentos OBSESIÓN DE LOS VIERNES, de María Fernanda Agüero.


Reseña de Agüero, María Fernanda (2013) Obsesión de los viernes. 1a ed. Salta: Fondo Editorial Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta. 112 p. 



Los cuentos que componen Obsesión de los viernes crean mundos íntimos que se despliegan sobre escenarios cotidianos. Hay pausas y secretos en esos personajes rutinarios y silenciosos, que parecen marcados a fondo por el ritmo de la vida provinciana.

Una oficina que huele a polillas y a maderas, una casita con gallinero y un bar para solitarios y marginados conviven con personalidades nostálgicas, dispuestas a repetir ciclos impuestos por el tiempo. La rutina, pesada y atrapante, confabula con los días de la semana. De ahí que sea imprescindible su mención: una obsesión que se repite cada viernes, un hombre que encuentra su felicidad solamente una hora el domingo. 

Los hábitos estancados dan paso, de vez en cuando, a los instantes de felicidad. Esa dicha esporádica que se encuentra en el amor pasajero o en un recuerdo amable. Pero las rupturas, las ventanas  abiertas que dejan entrar el vestigio de luz que desgarra la costumbre, inmediatamente se cierran para dar continuidad a lo pautado. Entonces la felicidad se esfuma, tan veloz como aquella mujer que alguna vez obnubiló al personaje nostálgico del cuento "El hombre sin tiempo". Esos cambios esporádicos y repentinos suelen traer felicidad pero también disgustos. El ingreso de lo extraño, que por ser tal se vuelve monstruoso y debe ser eliminado con urgencia puede verse en el cuento "El gallinero". Una pareja sumida en una convivencia aburrida e insensible, dispuesta a luchar por mantener ese estado de cosas que los aplasta pero que les da seguridad. 

Otros casos en los que la cotidianidad toma ribetes siniestros nos llegan de la mano de cuentos como "Malvones en el patio", en el cual cobra protagonismo una extraña vecina. Lo horroroso como parte del barrio y de la casa propia se destaca en uno de los cuentos mejor logrados de este libro: "El juramento". En él, la casa y la familia conforman el espanto, y la víctima es una niña que, desde su inocencia, se ve imposibilitada de contar aquello que padece y se refugia en la mirada de su muñeca, pero ésta, de a poco, también se  va transformando en una amenaza.    

El silencio de las mujeres es consecuente con los días rutinarios y con las costumbres arraigadas que hacen predominar la voz del varón. El mutismo femenino es la temática que prevalece en "El juramento" y también en cuentos como "Los silencios", en el cual una mujer observa la vida de su esposo desde un rincón de la casa. La quietud de la vida doméstica es lo que lleva a la protagonista de "El juego interminable" a decidirse a cambiar, de una vez y para siempre, su callada y apática vida  hogareña. 

Los cuentos de Obsesión de los viernes nos hacen pensar en Salta;  en sus barrios y en otras localidades de la provincia. Hay casas bajas, patios con malvones, canastos de mimbre, gallineros construidos con maderas y alambres, calles de tierra que se inundan. Paisajes semi urbanos que evidencian el olvido y la distancia con respecto a las grandes ciudades. Esa marginación sufrida por la gente y por los lugares es la que sepultó pueblos enteros como Alemanía, localidad del sur de Salta. En el cuento "El fantasma de Alemanía", un alma en pena representa a las vidas olvidadas por los efectos de la urbanización.     

María Fernanda Agüero nació en Salta, vive en la misma ciudad y se dedica, desde hace varios años, a la escritura de cuentos, género en el que tiene varios premios y reconocimientos. También escribe poesía. En Obsesión de los viernes, Agüero presenta un conjunto de cuentos en los que la narración y los personajes se mueven lenta y sigilosamente, siguiendo el ritmo acotado de los días de provincia, persistentes en su quietud y en sus silencios.                                 
   

jueves, 28 de febrero de 2019

Relatos que al salir salen cortando. Aletheia, de Violeta Paputsakis




Reseña de Paputsakis, Violeta. Aletheia. Historias a trasluz. Salta: Taller literario del 11, 2015, 100 pp.



“Aletheia” es una palabra griega que sirve para designar aquello que estuvo oculto y que de repente se desenmascara para dar lugar a la verdad. Esa es la propuesta de este primer libro de la autora salteña Violeta Paputsakis: hablar de lo que el bullicio de la cotidianeidad  silencia; desnudar costumbres, gestos, representaciones. El subtítulo, “Historias a trasluz”, reafirma la necesidad de la mirada de soslayo -y al mismo tiempo profunda-, que debe asumir el lector para abarcar las agudas temáticas que plantean los textos.
Un breve párrafo introductorio nos remite a la ceguera frecuente que nos circunda: “Vivimos entre brumas, recorriendo a tientas un mundo idealizado, donde la característica es disfrazar las emociones y los dolores”. La narración acude en nuestra ayuda y nos guía, como un hábil Tiresias, por esos caminos en los que la literatura presenta batalla, evidenciando y develando.  
Los cuentos de Paputsakis podrían encuadrase en el género microrrelato, por su brevedad y concisión. Ficciones mínimas en las que se advierte un tono poético que cobra énfasis en las escenas donde los personajes bucean en sus propias interioridades, desplegándose por medio de un “yo” que recorre los relatos con forma de grito y, a la vez, susurro confesional. De pronto nos reconocemos a nosotros mismos en ese yo, confesando lo prohibido, los tabúes y los secretos, por medio de una catarsis indispensable.   
Las mujeres tienen particular importancia en estos cuentos. Son ellas las que acarrean, en sus conciencias y en sus cuerpos, los mandatos patriarcales que dominan la sociedad desde tiempos inmemoriales. En “Sumisión”, por ejemplo, una familia no puede desligarse de la figura avasallante del padre, incluso cuando él ya está muerto. Las personalidades masculinas poseen, doblegan y son capaces de extender sus poderes más allá de las generaciones. El padre de “Sumisión” se ensaña con las mujeres de la casa y tiene, en cambio, consideraciones con el hijo varón: “hasta conversaban en la mesa y lo trataba como si en algún momento pudiese llegar a ser un igual”. En efecto, el machismo intrafamiliar se transmite como una herencia maldita, como puede verse también en “Re-sentir”.
“Propiedad privada” relata la apropiación de un cuerpo de mujer por parte de un hombre manipulador y violento. Su hostigamiento comienza por medio del teléfono móvil,  y continúa en presencia y bajo el techo familiar. La vejación es contada en primera persona por la voz de una adolescente en “Juego de niñas”.
Versiones diferentes de la maternidad es la que ofrecen cuentos como  “Profanación”, donde se narra el parto de una mujer en clave de dolor  y de profanación de un territorio. Muy lejos de la supuesta experiencia maravillosa de dar a luz mediante el llamado parto natural, la protagonista se siente “un trozo de carne preparado por un cocinero aburrido de su labor diaria”. Mientras tanto, “Desaliento” cuestiona el imaginario de la maternidad ideal mostrándonos a una madre devastada por la convivencia con un hijo pequeño que la obliga a abandonar sus propios proyectos profesionales.
La temática del aborto es puesta en cuestión en “La purga”, a partir de una chica en plenitud luego de deshacerse de ese feto que le estorba en el cuerpo y a quien se refiere como aquello “extirpado al fin”.  A pesar de su alivio, la joven toma conciencia de la condena social y dice “Ahora soy la maldecida por el mundo. Pero qué poco importa el exterior cuando finalmente siento el aire llenando mis pulmones, después de meses cargados de tormentos”.     
 Así, las mujeres de los cuentos de Paputsakis tiran abajo los principios del amor romántico, la idea de matrimonio ideal y de sexo siempre consentido. El sujeto femenino se revela desgarrado y prisionero de los mandatos.  
El libro en su conjunto vuelve una y otra vez sobre la importancia de la develación de lo disfrazado y de lo no dicho. El ocultamiento tiene algo de mal de época. La felicidad fingida y el espectáculo nos atraviesan como sociedad e impregnan los cuerpos, y en esto las redes sociales son grandes colaboradoras. La crítica a la falsedad promovida por los recursos de internet se puede observar en el cuento “Simuladores”, que trata de un chico que conquista a una chica con sus maravillosas publicaciones en Facebook. Los relatos presentan a las tecnologías y a las redes sociales como herramientas conspirativas con la manipulación y el engaño.
Además de lo que vemos y ocultamos, está aquello que no queremos ver y empujamos al olvido. Así lo plantea el cuento “Despojos”, en donde la presencia de una mujer anciana se afantasma y configura la metáfora de lo que la memoria elige suprimir. 
     Los cuentos de Violeta Paputsakis critican la invisibilización de los problemas individuales y sociales con el fin de mantener un orden que puede pensarse como parte de estrategias políticas asociadas con la idea de ciudad feliz.  Podríamos decir que son como el cuchillo que aconseja llevar el Viejo Vizcacha. El cuchillo que sale cortando, pero que abre la herida justa y necesaria para dimensionar el dolor, tomar conciencia de nuestra existencia terrenal y, finalmente, pensar en la urgencia de sanar.